Estimado Francisco,
Acabo de leer su libro Bienvenido al Mundo de las Apariencias en el cual pude apreciar su estilo franco y directo. Noto que su recurso favorito es el diálogo, en el cual predominan las confrontaciones caracterizadas por frases cortas y tajantes (se adaptaría muy bien a una película). Es evidente su habilidad para captar una situación y resumirla, sin rodeos. Su lenguage crudo, chocante y beligerante, refleja muy bien las frustraciones y resentimientos de aquellos marginados injustamente por la sociedad.
La parte que más disfruté es la relacionada con el trabajo como espía en las instituciones religiosas. Los escándalos de la Iglesia Católica en EEUU están finalmente abriéndola a un escrutinio público. Disfruté del suspenso que usted pone en sus pasajes, la táctica aquella de "hacerse amigo de la cocinera" y en general, de su habilidad para metamorfosearse.
Como ex alumno de la Academia Militar Ecuador (durante 1973 y 1978), me fue grato recordar a mi vieja Academia. En aquellos tiempos Monseñor Romero ya había cedido la AME a los Hermanos Maristas bajo la condición de que mantuvieran la disciplina militar, cosa que a los Hermanos nunca les gustó. De hecho, una vez fallecido Monseñor Romero, no hubo ningún obstáculo para la desintegración militar de la Academia.
Mi abuelo, Vicente De la Puente, fue cofundador de la Academia y amigo personal de Monseñor. Mi padre, José Rodrigo De la Puente, trabajó para Monseñor Romero, como administrador de la fundación educativa Genoveva Germán en Machachi. Conocí a Monseñor la primera vez cuando vino a Cali, a operarse de las manos. Yo tendría unos 12 años. Siempre recordaré que a mis hermanos y a mí nos regaló esferos con la siguiente inscripción "robado a Monseñor Romero". Me pareció muy original.
No puedo juzgar nada sobre su orientación sexual por falta de datos. Sin embargo siempre me pareció muy calculador e inteligente, dispuesto siempre a sacar la mejor tajada de cualquier situación y por supuesto, muy cerrado al momento de hacer un desembolso económico.
Espero que obras como las suyas permitan que la sociedad reexamine sus valores, ayude a destruir las apariencias y que nuestra iglesia sea lo que realmente Cristo quería: abierta, sin prejuicios, amable y edificadora.
Atentamente,
Pablo De la Puente
Glendale, California
